Iván Solbes me pidió un texto para acompañar mi retrato (qué menos). Algo sobre mí, pero nada de “venderse”, que puede cansar al personal. Pensé entonces en mis defectos, que es una manera muy natural de parecer majete pero, entre tú y yo, uno de mis defectos es que soy tímido. Con todo mi buen rollo, pero tímido… No sería capaz.
Después pensé en ponerme en el lugar de Iván y me imaginé haciendo lo que más me gusta: escribir (lo siento, pero veo un teclado y no respondo). Es decir, quedar con un montón de gente con la que merece la pena quedar y que me hablaran de sus ilusiones, hábitos, experiencias o lo que les diera la gana, y servidor transformara aquello en un retrato con palabras. Una especie de carta de presentación que expresara lo mejor de cada uno sin necesidad de tópicos o halagos gratuitos. La idea me moló lo suficiente como para mostrarme reticente a compartirla aquí. Pero mi nivel de disciplina dista mucho de lo que actualmente se impone Iván.
Después pensé en hablar de Iván y la publicidad (mi profesión), porque su talento ha convencido a no pocas agencias y marcas con carteles y mobiliario urbano que salpicaban Madrid de buen gusto (haberlo haylo). Pero no es mi historia. Iván lo contaría mucho mejor que yo.
Y después pensé que ya había pensado demasiado, y que por dejar algo más fácil de digerir, opté por uno de esos diálogos que servidor deja caer por ahí para intentar sacar sonrisas desde la vida misma. Gracias Iván. Un lujazo.
DIÁLOGOS VESÁNICOS. PACIENTE Y DOCTOR
-Doctor, no sé qué hacer con mi vida
-Siéntese
-No es que sufra ni nada de eso, es que no tengo ni idea, de verdad… Si hago lo que me gustaría hacer, todo excepto yo se iría a la mierda. Si me ocupo de lo que me rodea, yo sería mentira. No sé si se me entiende…
-¿Nombre?
-Alberto Resa Germán
-¿Edad?
-¿Es relevante?
– ¿40?
– Sí
-¿Gilipollas?
-Sólo fines de semana, pero no me sienta mal.
– Pero a los demás sí. ¿Trabaja?
-A ratos
-¿Casado? ¿Hijos?
-Si no, de qué iba a estar yo aquí…
-¿Tiene aficiones? ¿Las practica?
-Me gusta el silencio. Soy capaz de no hacer nada en silencio. Aparte de eso… creo que todo lo demás hace ruido.
– ¿Amigos?
-Sí, pero no sé dónde viven, ni con quién, ni si tienen hijos, perros, adosados, si están arruinados, si son felices…
-¿Alguna enfermedad?
-Miro la tele desde pequeño
-¿Sigue tratamiento?
-La enciendo para dejar de mirarla, pero…
-¿Qué le hace pensar que un podólogo como yo puede ayudarle?
-Necesitaba contarlo.
-¿Ha probado a acudir a un buen camarero? De esos de bar de fritanga…
-Sí. Nunca sé si me escuchan…
-Desnúdese y túmbese en esa mesa camilla.
-¿Boca arriba?
-Sí, pero el resto del cuerpo no. Coja aire. Más. Más. Más….
-Tápese un ojo y mire esta luz. Tape la luz y mírese un ojo. Ya puede soltar el aire. Vístase si quiere. Creo que ya sé lo que le pasa…
-Pues es un alivio doctor. La verdad es que tengo ganas de saber qué debo hacer con mi vida… Ya son muchos años y…
-Está usted muerto.
-Joder! Lo sabía. Cagonlaputa… el caso es que notaba una cosa rara por aquí…
-No es tan grave. Al estar muerto, el riego no le llega bien y las ideas, decisiones y todo eso, no están muy claras, pero hay tratamiento. Je, je…
– ¿Je, je?
-Siempre me ha hecho gracia que la palabra “tratamiento” incluya “miento”, sobre todo porque la gente cree en él como se le fuera la vida en ello… Disculpe. Tómese una copa de este orujo después de cada bebida. Si en el plazo de unas horas no ha resucitado y no se le han aclarado las ideas, quizás es que eso de vivir sea demasiado para usted… o no le hayan enseñado.
-Gracias doctor.
-La próxima vez acuda a un especialista en vidas”