Tras el almuerzo, camino a la oficina, siguiendo cosas de color naranja:
pequeños indicios, multitud de ganchitos esparcidos por el suelo, iluminan los adoquines en la penumbra del atardecer invernal-primaveral. Siguiendo el rastro, justo llego a tiempo para saltar del último ganchito al pelo naranja de una señora que camina por delante de mí, pero, tuerce a la derecha en la última calle, a tiempo de no perderlo porque llego
a la Gran Vía y allí,
inmenso cielo naranja. Pero…
Mi gozo en un pozo, un luminoso de la tienda Nike, lo más naranja de la tarde, y ahí termina todo. No me gusta Nike.
Mañana lo intento con otro color.