Tras la visita a la carnicería.
La cosa es, ¿cómo es una persona de carne y de nada más? o como te engaña la carne, los músculos y el más importante, el corazón puede, en un momento dado, tomar las riendas de todo. No hay ni sesos, ni nervios ni huesos ni nada que no sea carne pura y sangre circulando a una velocidad de vértigo.
Fijándome en el mostrador de la carnicería mientras me pican la carne, pensando en un ser humano de carne pura, puro músculo y corazón desbocado. Sin el más mínimo sentido común que lo gobierne, se regirá a golpe de latido, cuya honda expansiva llegará a la última arteria, a los últimos capilares, que, convertidos en truenos, se lanzan hacia la nada y desaparecen en milésimas de segundo. Imposible predecir al hombre de carne, inútil entenderlo porque no hay nada que entender, conformarse con evitar el contacto con sus capilares imprevisibles.