26 de julio de 2016, volando hacia Sao Paulo. Cena, varias películas a la carta, horas de sueño y desayuno. Y con el desayuno el primero dibujo del viaje, sin grandes pretensiones, a la altura de las del propio desayuno. Lo que lo hace grande es que es un desayuno preludio de un mundo nuevo, de un tiempo que está por llegar, parcelado en días y noches. Esto no es ninguna novedad pero sí el contenido que traen consigo, inexistente e imaginado, fruto de nuestros sueños y expectativas, diseñados a la medida de lo que somos y queremos. Ojalá no hiciera falta cruzar océanos para que un desayuno como este fuera la obertura de semejantes horizontes.