Es la primera vez que poso, normalmente soy yo la que observo y empuño el lápiz como periodista o aprendiz de «dibujanta». Me divierte la idea de invertir el rol y ser la observada. El resultado es extraño: te ves reconocida en unas líneas que, a la vez, no tienen nada que ver contigo. Me pregunto si lo que ha visto Iván en una hora larga de cháchara y trazos puede ser igual de real que lo que yo llevo viendo tantos años en el espejo. Por qué no.
Llegué al soleado estudio de Iván desde la nublada Bruselas después de leer un artículo en Nokton Magazine sobre su serie «Retratos de la crisis».
La crisis es, de manera más o menos directa, casi un salmo diario en mi vida. Por el momento, me ha golpeado con más suavidad que a otras personas, algo de lo soy consciente y por lo que estoy agradecida. Aunque ahora mismo estoy en la cuerda floja. Mi empresa es pública, española y en decadencia, como la mayor parte de los servicios públicos de nuestro país.
Desde hace dos años escribo a diario la palabra «crisis», «reformas», «ajustes», «economía», «troika» o «medidas». Cubro temas económicos, que es como observar a Saturno comiéndose a sus hijos, sentada en una bandeja. Sin embargo, me gusta mi trabajo porque creo en el derecho a la información, en la necesidad de un contrapoder y en el deber del ciudadano a informarse y exigir cuentas a los Gobiernos. ¡Creo! A veces, me doy de frente con las limitaciones de la realidad, la autocensura, la censura tradicional, la manipulación, el mercantilismo, la indiferencia o con titulares sobre tetas, titulares sobre culos y titulares sobre tetas y culo. Pero hay que seguir ahí.
Me preocupa la precarización que estamos viviendo. Y la que aún está por venir.
No sé por qué siempre esperamos a que nos empujen hasta el borde del precipicio para reaccionar. Pero sé que contemplar ese vacío abre una brecha que nos parte en dos, por la que puede escaparse la derrota o el cambio. Tenemos que estar preparados, pero de verdad: conscientes y sin miedo.
Pese al estrés, la presión, la frustración y la falta de horizonte, creo que hay que mantener el espíritu crítico y la calma. Lo intento, aunque es difícil. Marcarnos unas líneas rojas. Respetarlas y respetarnos. Y no permitir que nadie juegue a la comba con ellas.
Sé que me ha salido un texto muy serio, pero es que estos tiempos son para tomárselos en serio! Bueno vale, también es cierto que yo me lo tomo todo en serio: me tomo las cañas en serio, me tomo el tiempo de no hacer nada de nada en serio, me tomo la revancha en serio… y así todo. Hasta me relajo en serio, tanto que a veces cuando me echo la siesta me despierto a mí misma con una sacudida de un brazo o una coz involuntaria. Dicen que cuando estás apunto de caer rendidos, el cerebro lanza descargas para revivirnos, creyendo que estamos por morir. ¡Tratamos de salvarnos! Me encanta la idea de esa descarga eléctrica de vida, incluso cuando parece que hemos perdido las riendas.