Otro viernes por la tarde. Aquí enfrente, en una azotea, multitud de antenas parabólicas miran al cielo naranja del que absorben ondas naranjas invisibles que viajarán por un cable varios pisos hacia abajo y serán la delicia de los vecinos, un poco grises pero desde ahora con un bonito tono anaranjado. Un poco de naranja siempre viene bien.