Como un elefante en una cacharrería, así es el camión que lleva el contenedor de escombros por esa calle tan estrecha. Encajando al límite, casi rozando las paredes de los edificios, hundiendo los viejos adoquines y dejando un rastro a su paso. Cargado, eso sí, de pétalos de colorines, yendo y viniendo, callejeando por un barrio que no está hecho para él.