Agosto. La marea baja, el cielo y el suelo son lo mismo, el día se acaba. Una maravillosa playa de Huelva de nombre nada poético. Buen momento para observar lo que el mar oculta durante el día: una alfombra infinita de conchas y caracolas, casi todas rotas. Una vajilla eterna hecha pedazos que desde siempre el mar barrió hacia la playa.
Nunca podremos verla al completo, sólo piececitas y fragmentos irreconocibles.
La gente busca los pedazos menos deteriorados y se los lleva a su casa para recordar esta vajilla que nunca existió pero que siempre estará presente en nuestros sueños y forma parte de nuestras esperanzas.
August. The low tide, the sky and the ground are the same, the day is over. A wonderful beach in Huelva with a name that is not at all poetic. It’s a good time to see what the sea hides during the day: an infinite carpet of shells and snails, almost all broken. Eternal dinnerware pieces that the sea has always swept towards the beach.
We can never see it in full, only unrecognizable fragments and small pieces.
People look for the less damaged pieces and take them home to remember this dinner set that never was but will always be in our dreams and be part of our hopes.