Llegada a la adolescencia no tenia nada claro que quería hacer con mi vida.
Con “La ley de los Ángeles” en 1º de BUP quise ser abogado, después en 2º me sentí culpable por el calentamiento global, me hice de Greenpeace y quise hacer Ingeniería Agrónoma para arreglar los desmanes. En 3º compartí sueños con Mafalda y quise ser traductora en la ONU. Finalmente, viendo que había posibilidades de sacar mi filantropía a la luz dudé entre turismo o medicina.
Menos mal que había gente muy maja a mi alrededor ya en el instituto y acabé eligiendo esta profesión. Lo de la carrera me lo ahorro, que es un poco aburrido, solo se que hasta 3º no vi un paciente vivo y esto me producía una profunda desazón, si yo me había metido en esto por la gente, ¿dónde estaban?
Al final lo hicimos todo, acabar la carrera, estudiar el MIR, salir del pueblo, venirse a la capital, pasarlo bien…
Y ahora voy al grano.
Cuando era residente, en las guardias había una grupo de pacientes con un patrón muy definido: hispanoamericanos, molestias leves, torácicas o digestivas, pero que se ganaban una radiografía, una analítica y un electrocardiograma; los llamábamos “los del chequeito”.
Luego lo entendí, en muchos países de Latinoamérica para poder trabajar tienes que presentar una cartilla de salud, como que has ido al médico y te has hecho una serie de pruebas rutinarias que certifican tu estado de salud. Eso aquí no existe pero nadie se lo había explicado, porque era el 2004 y no tenían papeles ni derecho a asistencia sanitaria.
Parece que ha pasado un siglo y no hace ni una década. En 2005 se hizo la gran regularización, y poco después se estableció la cobertura universal. Ya no tenían que ir a urgencias por patologías menores y pudimos hacer algo de educación para la salud. Poco nos duró esta alegría.
Desde el 1 de septiembre de 2012 vivimos en un nuevo marco legal, que no justo, y nos obligan a buscar los resquicios burocráticos para poder seguir proporcionando servicios básicos y derechos universales a personas que han dejado de existir para el sistema. Yo me pregunto como me sentiría si mañana me levantara y me dijeran que he perdido la mitad de los derechos que ayer tenía, porque “hemos emigrado por encima de nuestras posibilidades” o algún otro lema chusco peor.
Yo me hice médico para ayudar a todas las personas que pudiera según mis capacidades, no según la ley de turno. Del mismo modo que no podemos asistir a las personas de forma diferente en función de sexo, religión, ideas políticas, ¿por qué discriminan a un colectivo que tiene pasaporte pero no NIE? ¿Que tiene eso que ver con la salud? Uno no elige enfermar, ni el país en el que nace, así que los bien pensantes que no han hablado con una persona sin papeles (que no sin dignidad o derechos) en su vida, les invitaría a pasar una tarde en mi centro de Salud en Lavapiés, a empaparse un rato del “mundo real” a ver si después siguen pensando lo mismo.
Desde aquí seguiremos luchando por los derechos de todos y para todos.
Si queréis más información http://
Gracias por leer hasta aquí.
Patricia.