Me llamo Rafa y soy fotógrafo y periodista. O viceversa. La verdad es que nunca he sabido cómo presentarme y tras casi cuatro lustros haciendo lo mismo aún hay quien me dice aquello de “¡Ah!, ¿pero también escribes? Pensaba que sólo hacías fotos” -o viceversa-, y yo aún me descubro balbuceando una respuesta que suene convincente. Por formación académica supongo que estoy más cerca de la imagen. Sin embargo, me recuerdo escribiendo desde que era pequeño y por ese motivo estudié Bellas Artes y no Periodismo. Quería aprender nuevos lenguajes o al menos pasármelo bien. A veces pienso que no conseguí ni una ni otra y conforme pasan los años más me convence la idea de que ambas prácticas son exactamente la misma disciplina resuelta con diferentes herramientas: Mirar, observar, prestar atención a aquello que nos rodea y destacar lo que puede dar sentido a ese abstracto que es la existencia. Hay quien lo llama “contar historias”. Yo prefiero pensar que se llama “vivir de puta madre” y que peor es trabajar. La técnica se aprende y la curiosidad… se tiene o no se tiene. No es algo que se elija, quiero decir. Y ojalá se pudiera -elegir, digo-, porque vivo y/o pertenezco a un país que provoca dolores físicos y pretender desarrollarse aquí, en España, como ciudadano de pleno derecho juntando letras o haciendo fotos, genera la misma frustración que la que podría sentir una virtuosa del ballet o del piano abocada a tener que trabajar de cajera en un supermercado para subsistir (con todo mi respeto y admiración para aquel que no exija en esta vida más allá de un curro, cualquier curro, que le dé de comer y de paso un hueco en la sociedad. La realidad, o mí realidad, es algo que en ocasiones me pone triste y amargo, aunque rápidamente me consuelo pensando que tampoco soy cirujano cardiovascular). En esta vida TODO ha de tener una fecha de caducidad. Hasta las quejas. Hace seis años dejé mi trabajo como jefe de Sección en una redacción y me fui de viaje por Asia, y desde hace cinco trabajo en India para un periódico español con nombre de globo terráqueo en calidad de corresponsal 2.0., que viene a ser una bonita forma de disfrazar el rol de colaborador al peso de toda la vida que se paga sus vuelos y sus estancias de su bolsillo, a cambio de poder recuperar y generar más pasta con lo nuevo que publique desde la plaza asignada. Digamos que el tiempo que paso en India soy periodista a tiempo completo y el tiempo que paso en España escribo lo que me dejan y donde me dejan y, principalmente, hago fotos. Muchas: prensa, imagen corporativa, publicidad, books para ese sector Hostelería proveniente de las escuelas de Arte Dramático o chicas bellas que quieren congelar su momento de gloria física en el tiempo, y hasta BBCs (bodas, bautizos y comuniones), que es un poco el tabú de un gremio que tiende a compararse con Robert Capa. Pienso que la fotografía es puro oficio –no imagino a un Fontanero sopesando si arregla una tubería en un barrio del extrarradio por el “qué dirán”-, y además he descubierto que me gusta y mucho. Es un género anclado en el pasado que ofrece un montón de posibilidades de hacer cosas realmente chulas, creativas y divertidas, y al que aplicar todo el conocimiento adquiridos en publicidad o editoriales de moda. De hecho, el oficio de fotógrafo me está salvando del hundimiento del otro oficio (periodismo), que es como ser fabricante de zapatos en un lugar en el que de la noche a la mañana la gente hubiese decidido ir descalza, y después de cinco años yendo y viniendo a India había decidido que este curso lo dejaba. Pensaba establecerme como fotógrafo “familiar” a tiempo completo, con pequeños y más cortos viajes a diferentes lugares que me ayudasen a poder desengancharme del periodismo de una forma lo menos traumática posible –para letras ya tengo mis novelillas, que voy escribiendo por puro placer o más bien por pura necesidad vital; necesito escribir igual que necesito fotografiar-, pero en el ecuador de ese supuesto punto de inflexión que hay en la vida de toda persona y que suele manifestarse al cumplir los 40, ha muerto uno de mis mejores amigos. Por la vida que he elegido, a veces por trabajo, me las he visto con muertos muy diferentes. Sin embargo, esta la primera vez que se me muere alguien de mi círculo íntimo, alguien a quien además me sentía muy unido, y no lo estoy llevando muy bien. Gozo de un optimismo congénito que me mantiene sonriente incluso en las peores circunstancias (ser feliz no es un derecho, sino una obligación, casi moral, es lo que pienso), pero por primera vez en mi vida me he visto a un tris de empezar a componer la segunda parte de la discografía de Chavela Vargas de seguir dándole vueltas al hecho más injusto que me ha tocado vivir, de primera mano, bajo un cielo que se ha vuelto insoportable. Así que he decidido volverme a India. Es lo más recurrente que se me ocurre hacer, a día de hoy, para despejarme: Volver a algo conocido y ya, si eso, que me reviente la cabeza allí. No sé si es un parche a mi última pretensión de proyecto vital, pero de lo que sí estoy seguro es de que la próxima vez que decida que dejo el Periodismo lo dejaré y lo dejaré de verdad. Bueno, casi seguro
Por cierto, que dice Iván que cuelgue algunos links de mi trabajo. Pues puedes visitar mi web (www.rafagasso.com), poner mi nombre en el buscador de El Mundo, echarte unas risas con uno de los trabajos más divertidos que he hecho nunca (http://www.elmundo.es/yodona/estaticas/especiales/2011/03/india/), o si también te fijaste una segunda residencia en Facebook como todo español de pro que no renuncia a vivir su país ni aunque éste le deje tirado en la indigencia emocional, buscar mi página, que se llama “RafaGassoPhotography”. ¡Ah!, y también mi recién estrenado canal en Vimeo, donde uno de los videos explica cómo hacerse con mi primer libro de fotografía que acabo de publicar Aquí: https://vimeo.com/rgasso