Sao Paulo desde las alturas. En uno de esos edificios, en una de sus ventanas, hay un apartamento en el que viven una o varias personas. El ojo no aguanta mucho antes de perder ese punto elegido al azar. Ahora es un edificio con mil vidas que contar, luego un área residencial completa. Quizás alguno de sus habitantes es amigo mío en una red social o es amigo de un amigo, o tal vez nos hemos cruzado por la calle en Madrid u otro lugar. El avión toma altura y rumbo fijo, la ciudad se pierde en el horizonte y ya no puedo pensar más. En pocos días, ya en el campamento a la orilla del Tapajós, afluente del Amazonas, de noche contemplaría unos cielos estrellados como nunca había visto antes debido a la completa ausencia de contaminación lumínica en cientos de kilómetros a la redonda. Sao Paulo desde arriba es el cielo convertido en suelo donde la luz es hormigón, metal, cristal y carne.