Ante las palabras que estamos acostumbrados a oir en esto tiempos: crisis, hastío, aburrimiento, pereza, tedio, gris, marrón… Julia tuvo una idea.
Un café con una amiga, Antonia, conversación y las anteriores palabras se convirtieron en: ilusión, imaginación, esperanza, esfuerzo, soluciones, colores…
El local se convirtió en La laborteca que con la ayuda de mucha gente, familia, amigos, gente que colaboró sin pedírselo, se puso en marcha hace ya casi 10 meses. Un sitio donde se puede aprender a tejer y a coser, pero por encima de todo esto, un sitio donde las lanas se lían con las anécdotas diarias de cada alumna, que comen galletas caseras mientras cuentan lo bueno y lo malo de su día a día, llegando a ser una pequeña familia. Terminan una bufanda pero la terminan con dos amigas más: Antonia y Julia. Fundadoras de La Laborteca.
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