A las dos en punto, calle Espíritu Santo, cebollas en libertad, rodando calle abajo. Un traspiés del frutero marcó el comienzo de su aventura y por unos instantes fueron libres. Unas pocas llegaron bien lejos, casi al cruce con calle Madera, gran cuesta abajo, libertad sin vuelta atrás. Otras se quedaron cerca del frutero y alguna ni llegó a salir de la caja.
El vecindario, sorprendido por semejante desorden nada habitual, corrió a ayudar al frutero y en pocos segundos todo volvía a su sitio: las cebollas en la caja y la caja en manos del frutero camino de la frutería.
Ya nadie se acuerda de ese suceso insólito, el frutero descansa y las cebollas, en la tripa de los vecinos.