Madrugar como nunca y salir a la calle.
De tanto madrugar, de tan pronto que me desperté, me olvidé hasta de mí, y fue una gran ocasión para dar la vuelta a la manzana, ver qué hay por detrás de las cosas.
En la reja de un chino, casi bajada, se desparramaba por el suelo un charco de luz sucia, y la garra de un bicho peludo se empapaba en ella tratando de que la claridad amarillenta no llegara muy lejos.
Luz malgastada, pasada de fecha y maloliente. Volví a casa corriendo a despertarme y de paso, a comprobar si era yo el que se dejaba los interruptores abiertos por la noche con sus consiguientes goteras de luz. Por nada del mundo desaprovechar esa claridad. Pero no diré si estaban abiertos o cerrados, me avergüenza ver cosas así, no sé si volveré a madrugar tanto.